06 noviembre 2014

Buscando el imperio

Tan simple como absurda es la vida laboral. Sigo sin comprender por qué si uno va a un restaurante con su pareja y el mesero trae mal el cambio, somos los primeros en reclamar y alzar la voz. Si vas al auto lavado y te dejan un pedazo del carro sin limpiar, lo primero que hacemos es señalarle al empleado el espacio que falta. Si alguien se mete en la fila del banco, del súper o del cine, somos los primeros en mandarlo para atrás.


No entiendo por qué, si por naturaleza siempre estamos defendiendo  los abusos de los demás, en el trabajo sea el único lugar donde nos callamos por completo.
Al menos que seamos los dueños de nuestro imperio, siempre tendremos a un jefe, pero ¿qué es lo que pasa? Que siempre digan lo que digan las personas superiores a uno, siempre tendrán la razón. Y creemos que si los alabamos, al quedarnos callados y siendo sumisos, algún día seremos como ellos. Pero, ¿saben algo? Eso sólo nos hace más Godínez. ¡Sí! ¡Godínez! No es posible que hasta tenemos una palabra despectiva que nos describe. Es el colmo.

Estamos atrapados en una jaula capitalista por más de 8 horas, frustrados en la monotonía del día a día, esperanzados al fin de semana para relajarnos, contando los días para la próxima quincena. Nos levantamos, nos bañamos, algunos desayunamos, para después salir corriendo para servirle a un sinvergüenza al que llamamos jefe.

Pero porque no olvidamos de las miles de horas de estudio. Las excesivas colegiaturas. Las horas de desvelo por un trabajo final. El estrés de una tarea. Eso no hacía felices, realizábamos esas tareas, pero con alegría, entusiasmo y sonrientes porque uno lo disfrutaba a pesar del estrés.

No comprendo porque después de tanto esfuerzo miles y miles de talentos creativos, talentos mexicanos, terminemos trabajando en hacerle bien el café al jefe con la leche necesaria y a la temperatura adecuada, nos preocupemos por responder un email y tengamos que atragantarnos para comer en la hora establecida.

Es absurdo. Cómo nosotros mismos discriminamos a la clase trabajadora, siendo parte de ella. Yo sé que ser asalariada de oficina apesta, pero las cuentas siguen y tenemos que cambiar la fuerza de nuestro “trabajo” por unas cuantas monedas para vivir.

Pero eso sí, somos expertos en hacer arte con los clips, dar el mayor número de vueltas en una silla giratoria, contadores expertos en múltiplos de 15, especialistas en guardar toda la comida en un topper, guías turísticas en ubicar las mejores "fonditas"  y por supuesto, número uno en carreras al momento de la llegada y ni se diga a las 6 de la tarde, que ni la sombra dejamos.


Por eso y mucho más somos Godínez, títeres del imperio, porque si hiciéramos eso que nos gusta, seríamos felices pero caeríamos en otra categoría llamada “mantenidos”, sí, esa palabra que pesa mucho más en esta sociedad.

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