06 noviembre 2014

Nota perfecta


Fue aquella noche en la cual el viento hizo el papel principal de esta dulce venganza por haber aventado hacia mi ventana ese poco de ramas que provocaron un fuerte rugido el cual provocó una sensación en mi cuerpo que hizo que despertara de ese sueño y pusiera en sintonía mis pies con la gravedad.

No pasó ni un minuto para que mi motor vital comenzara a bombear más y más sangre, con ese ritmo que en vez de melodía como acostumbraba, cambiaba radicalmente a un ritmo ferozmente embriagante; mis venas comenzaron a dilatarse de tal manera que podía ver a través de mi brazo como la dulzura de mi sangre envenenaba mi cuerpo con cada latido y mejor aún, ese veneno llenó mi cerebro de oxígeno y poco a poco de una idea, que con cada latido se convertía en un reto plasmado como la huella de un perro en una banqueta fresca de cemento. Esa idea se fue solidificando con el paso de los segundos, al igual que la mezcla al secarse y así como la marca en la banqueta, así quedo ese pensamiento en mi cabeza.

Decidí salir de mi cuarto y dirigirme hacia la puerta de salida, no sin antes cubrirme los pies con esas botas negras, la cuales reflejaban los kilómetros recorridos y las historias que por más milimétrico que fuera se reflejaban con algún detalle plasmado. Cubrí mi cuerpo con una gabardina negra que llegaba hasta mis rodillas  y salí despavorido en la dirección que mis latidos me decían. Subí al auto, lo encendí y activé los parabrisas.

Me estacioné a unas cuadras de mi destino, caminé bajo la lluvia y llegué sin avisar a la casa de Mónica, agitado, y con los ojos como un lobo; grandes, hambrientos y cristalinos que dejaban ver unos cuantos hilitos rojos tratando de explotar por el éxtasis que sentí al ver a mi presa justo frente a mí.

Ella, tan dulce que se veía e inocente, con una bata rosada y el cabello por debajo de los hombros de un color castaño con destellos dorados, una voz dulce y esos ojos verde esmeralda que combinaban con su manicure. Ella, sin embargo, no mostraba rastro alguno de culpa por haber sido la protagonista de la muerte de mi mejor amigo. Eso me llenó de rabia.

Mi mente brillaba como los fuegos artificiales al recibir el año nuevo, esto por el choque de las conexiones de mis neuronas, que estaban trabajando junto conmigo para el plan perfecto.

Decidí ponerme en sintonía con ella como lo hace un depredador con su presa, y así como los cuentos de vampiros, esperé a que me invitara a pasar a su casa y no tardó mucho para decirme: Gustas un café? A lo cual accedí sin maquillar un gracias con palabras bonitas como ella acostumbraba. Una vez dentro de la escena del crimen, pidió mi abrigo y guantes para colgarlos en el ropero de la entrada a lo que me negué, no quería dejar más pistas de las que mi ADN o cabellos negros quedaran por la habitación.

Conversamos un rato de pura paja y cosas que no me interesaban en lo absoluto, pero que mi mente necesitaba para procesar en ese lapso un plan de venganza.
En lo que Mónica preparaba la segunda ronda de café, tuve oportunidad de visualizar cada imagen que tenía en esa pared amarilla debajo de las escaleras. Percatándome que las fotos de mi amigo habían sido reemplazadas por otro chavo, haciendo evidente el engaño y el daño que ella provocó en mi amigo, generándole una depresión tan grande que su única salida fue arrebatarse la vida.

Al regresar Mónica de la cocina, con esa bandeja de plata y esa tetera tan costosa, regresé al sofá donde conversábamos minutos antes. Ella sirvió el café en las tazas que en uno de los viajes de mi amigo le trajo a su amada, y aún con su muerte se atrevía a seguir bebiendo en las misma que alguna vez fueron motivo de felicidad. Le di un sorbo al café y mi mente se activó como cuando con un clic se activa la televisión; le pedí azúcar, y al darse la vuelta aproveché para endulzar su taza con mi veneno, ese dulce que al probarlo se podría sentir y que al terminarse se podría olvidar. Ella volteó y colocó un terrón de azúcar en mi taza y dos en la suya. Esperé a que le diera un buen trago a su café y decidí esperar hasta que mi veneno la adormeciera un poco para comenzar con mi plan.

Cuando por fin la plática tuvo un silencio tan contundente en el cual sólo escuchaba el tic tac de mi corazón, decidí ir al sótano, donde mi amigo procuraba todos los días y donde pasábamos gran parte de las tardes en su taller. Tomé un par de cuerdas y me dirigí a la cocina por un par de bolsas. Al dirigirme a la sala donde dormitaba mi presa, mis ojos tuvieron contacto con un par de cuchillos muy bien acomodados justo al lado del microondas. No lo dudé ni un segundo, cuando en mi mano ya tenía las cuerdas, las bolsas y los cuchillos.

Enseguida me dedique en un lapso de 10 minutos a amarrarla de tal forma que Marques de Sade me hubiera dado el mayor reconocimiento por atarla de una forma tan sádica que a su vez era extremadamente sexy y excitante, que cualquier hombre moriría por una noche con ella, sin embargo sería mi noche, mi locura, mi regalo, mi venganza.

Espere a que sus ojos poco a poco se fuera abriendo lentamente, mientras yo disfrutaba de los placeres y dones que algunas mujeres poseen, y no hablo físicamente, hablo de las delicias que crean en la cocina, devorándome la cena que esa noche suponía ser para ella.

Con un bocado en la boca, escuche un grito y fui directo a la sala. Ella con los ojos sin rumbo y yo ahí enfrente, mirando y tragando ese bocado a la vez. Mantuvimos la  mirada por unos segundos y decidí que era hora de comenzar.

La muy ilusa me rogó por su vida, cuando por un momento pensé que si pedía perdón por la muerte de mi amigo, tal vez la perdonara y la hubiera salvado. Pero nunca lo mencionó y más gozo me dio para seguir con mi pauta aquella noche.
La comencé a torturar de poco a poco, ya había rogado tanto que me harté, le fui quemando sus partes más sagradas hasta llegar al monte de venus. Debilitada y ensangrentada proseguí con los cuchillos, desactivando cada uno de sus órganos con una buena puñalada llena de ira en la que descargaba mi coraje en su cuerpo, y para finalizar por gusto le corté la lengua.
Media hora después de comenzar este juego, la hice pedazos de tal forma que cupieran en las bolsas que esperaban por su alma.

Me dirigí a la puerta trasera de la casa con las bolsas arrastrando, pasando por el muro de la escalera, el baño y la cocina. Al llegar al patio seguí arrastrando hasta llegar a lo más profundo del terreno donde yacía un río que por la lluvia que había esa noche fría, la corriente del agua jugaba a mi favor y poco a poco fui tirando cada una de las bolsas hasta terminar mi objetivo.

Regresé a la casa y me dediqué a quemar los guantes, tales que nunca me quité para no dejar rastro alguno. Salí de la escena del crimen, caminé hacia mi auto y me fui a dormir como de costumbre a las 11:30 de la noche.


Al día siguiente ella cumplió uno de sus sueños, porque apareció en cada uno de los periódicos más importantes de la ciudad, haciéndose conocida por la sociedad de cualquier clase, saliendo en la nota principal, la nota perfecta; creando fama  aunque no con su mejor perfil, y yo; yo simplemente cumplí mi dulce venganza.

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